Historia de la liturgia hispánica
La organización de
una historia de la Liturgia Muzárabe es muy difícil, debido a que la mayoría de
las fuentes literarias pertenecen, las más antiguas, a los siglos VII y VIII
Origen del rito
Se sabe poco sobre el origen y la formación de la liturgia y sobre el canto asociado a ella. Obviamente, el origen se halla en relación con la expansión del cristianismo en la península Ibérica durante los primeros siglos de nuestra era. La provincia de Hispania fue una de las que más pronto fueron cristianizadas en la parte occidental del Imperio romano, hecho favorecido por tres importantes factores:
Se sabe poco sobre el origen y la formación de la liturgia y sobre el canto asociado a ella. Obviamente, el origen se halla en relación con la expansión del cristianismo en la península Ibérica durante los primeros siglos de nuestra era. La provincia de Hispania fue una de las que más pronto fueron cristianizadas en la parte occidental del Imperio romano, hecho favorecido por tres importantes factores:
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La
existencia de ricas comunidades judías antiguas, probablemente llegadas a las
costas españolas en tiempos de la colonización fenicia —hecho atestiguado por
las referencias al comercio con Tartessos que aparecen en la Biblia (1 Reyes,
Jonás)—, que fueron notablemente ampliadas tras el exilio de los judíos de Roma
(bajo el emperador Claudio).
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La
numerosa población militar que se mantenía en el limes cántabro, caldo de
cultivo para las nuevas religiones.
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La
pronta actividad evangelizadora de discípulos de Santiago el Mayor y los
nombrados viajes de San Pablo.
La influencia de la liturgia sinagogal
Corona votiva de Recesvinto († 672). La corona votiva es un objeto litúrgico propio de los reyes visigodos. |
Tras el Concilio de
Jerusalén y la integración de los gentiles con pleno derecho en las comunidades
cristianas, estas se distancian definitivamente de las sinagogas y comienzan a
desarrollar cultos propios, fundamentalmente centrados en tres aspectos:
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La celebración
del domingo en lugar del sábado judío.
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La
conmemoración de la Última Cena en los ritos eucarísticos.
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La
lectura de las Sagradas Escrituras, que, poco a poco, irían incorporando los
libros del Nuevo Testamento.
Formalmente, el
culto cristiano no fue al principio sustancialmente diferente del judío y fue
separándose poco a poco de la liturgia judía, aunque la presencia de elementos
“gentiles” era cada vez más abundante. Algunos afirman que todavía a comienzos
del siglo IV no se había consumado de facto la escisión entre judíos y
cristianos en la Península, y que las relaciones entre ambas comunidades eran
estrechas y tenían prácticas litúrgicas comunes.
Así aparece
recogido en las actas del primer concilio cristiano conocido, el de Elvira
(ciudad cercana a la actual Granada), y que se celebró hacia el año 300 ó 303,
previo a la gran persecución de Diocleciano. Presidido por el famoso obispo
Osio de Córdoba, en él se determinan las relaciones de los cristianos con el
resto de comunidades, judíos, herejes y paganos y, específicamente, se alude a
la celebración de la Cena del Señor y los sacramentos, transmitiendo las
primeras noticias fidedignas de los ritos específicos de la Iglesia de
Hispania.
De todas formas, la
importancia del culto sinagogal en la liturgia cristiana es patente, sobre
todo, en dos aspectos:
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La
salmodia (recitación de salmos).
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La
lectio (lectura de la Biblia)
La consolidación de la liturgia
Tras la caída del
Imperio romano (476) y con la instauración en Hispania y sur de la Galia del
Reino visigodo de Toledo, se consolida la unidad y especificidad de la Iglesia
hispana, aferrada a la tradición latina y en continua lucha con el arrianismo.
La fortaleza de la Iglesia hispana se ve reflejada tanto en su actividad conciliar (se celebraron catorce concilios nacionales en Toledo, más numerosísimos provinciales en Zaragoza, Tarragona, Cartagena, Sevilla, etc.) como en la cantidad de eruditos eclesiásticos, que van desde la monja Egeria a San Isidoro de Sevilla, pasando por personajes como Fructuoso y Martín de Braga, Leandro de Sevilla, Ildefonso de Toledo, Braulio de Zaragoza, etc.
La fijación y la
riqueza de la Liturgia hispánica queda reflejada en los cánones conciliares y
en los escritos eclesiásticos, especialmente De ecclesiasticis officiis y
Regula monachorum de san Isidoro de Sevilla.
La Iglesia Mozárabe
El pecado original, miniatura mozárabe del Beato de El Escorial, Real Biblioteca del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, ms. II. |
Aunque el dinamismo
de la sociedad andalusí permite a los cristianos participar en la cultura civil
asumiendo el árabe o las lenguas bereberes como lengua culta, mantienen el
latín como lengua de comunicación interna y ritual, y conservan intacto el
legado litúrgico y musical de época visigoda. La progresiva presión sobre esta
población cristiana provoca un creciente movimiento migratorio hacia el Norte.
El traslado de esta población y la creación de nuevos asentamientos mozárabes
en zona cristiana crea dos tradiciones litúrgicas que evolucionan
diferentemente, y una tercera centrada en los monasterios hispánicos:
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La
tradición toledana (o B), más conservadora, en territorio musulmán. Su centro
original fue, seguramente, Sevilla. Posteriormente, tras la emigración de
mozárabes al Norte, se desarrolla en diversas localizaciones, principalmente en
el reino de León.
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La
tradición castellano-leonesa (o A), con importantes centros en los principales
monasterios mesetarios: Frómista, Silos, Sahagún; y en catedrales como León,
Oviedo, Pamplona y Burgos.
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A estas
dos tradiciones litúrgicas se suma una tercera, la tradición riojana, centrada,
sobre todo, en el monasterio de San Millán de la Cogolla, y que surge del
"pacto monástico" establecido por los diversos grupos de monjes
mozárabes que se asientan por esas tierras tras emigrar de territorio musulmán.
La lucha con el rito romano
A mediados del
siglo XI, el rito hispánico comienza a ser suplantado por el rito romano. Los
reyes de Navarra y Castilla facilitan la entrada de monjes bajo la regla de San
Benito y se adhieren a las tesis reformistas de los papas Urbano II y Gregorio
VII. La normalización de la liturgia romana frente a la hispánica comienza en
los dictados del Concilio de Coyanza (1050), en el que se permite a catedrales
y abadías a adoptar el canon romano. La resistencia del clero local es bastante
grande, pero la situación se vuelve muy desfavorecedora bajo el reinado de
Alfonso VI de Castilla. En 1080 convoca un concilio general de sus reinos en
Burgos, y declaró oficialmente la abolición de la liturgia hispánica y su
substitución por la romana. Como la oposición del clero y el pueblo a esta
innovación fue grande, también celebró dos actos simbólicos: un torneo en el
que dos caballeros defendían al rito hispánico y al romano, respectivamente
(que concluyó con la victoria del primero), y un juicio de ordalía, en el que
fueron sometidos al fuego dos misales, uno hispánico y otro romano; cuentan las
crónicas que, como el misal hispánico no se quemaba, el propio rey se acercó a
la hoguera y lo pateó hacia las llamas, declarando al rito romano vencedor. Sin
embargo, durante la reconquista de Toledo (1085), vuelve a plantearse la
pervivencia del rito hispánico, ya que la población mozárabe de la ciudad se
negaba a abandonarlo. Como concesión en el pacto de conquista, seis parroquias
toledanas obtuvieron permiso para conservar la antigua liturgia, y en
contrapestación, el papa, con la aquiesciencia del rey castellano, nombró como
primer arzobispo de Toledo al cluniaciense don Bernardo. El rito hispánico se
mantuvo, a partir de esta fecha, solo en las comunidades cristianas bajo
dominio musulmán (los llamados mozárabes), aunque en progresiva decadencia.
Durante el resto
del proceso reconquistador, tanto castellano como aragonés, una de las
cláusulas siempre presentes en los pactos de tregua o rendición era la renuncia
del clero y del pueblo mozárabe al uso de la liturgia visigótica, por lo que
los usos antiguos van desapareciendo cuando los diversos territorios son
reincorporados a los reinos cristianos. Solo hubo una salvedad en la ciudad de
Córdoba, reconquistada por san Fernando ya en el siglo XIII, pero la emigración
de los mozárabes hacia el Norte y la repoblación subsiguiente con castellanos
mesetarios, hizo que no perviviera más de cincuenta años.
La reforma de Cisneros
Francisco Jiménez de Cisneros, cardenal y arzobispo de Toledo. |
La liturgia
mozárabe se ha mantenido y celebrado sin interrupción en España fundamentalmente
gracias a la Comunidad Mozárabe de Toledo y al empeño principalmente de los
Cardenales Cisneros y Lorenzana.
A mediados del
siglo XIX la Iglesia Española Reformada Episcopal, por iniciativa de su Primer
Obispo, comenzó también a utilizar para sus cultos, la antigua liturgia
hispana.
Como valores
positivos, habría que destacar, entre otros, la riqueza pastoral que ha
supuesto para los fieles de la IERE el acercamiento directo a venerables textos
litúrgicos con su gran fuerza espiritual; el uso de la lengua coloquial, cuando
la Iglesia Católica Romana todavía seguía usando la lengua latina; el
redescubrimiento entre algunos cristianos españoles de la Liturgia Mozárabe, de
la Sagrada Escritura.
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